lunes, 2 de mayo de 2011

COMPAÑERO y CABEZA (II)


En el pasado número se señalaba que el pádel es “un deporte de cooperación-oposición…”, en el que resulta importante la colaboración de un buen compañero dentro de la pista e imprescindible añadir a este equipo humano los recursos psicológicos para el adecuado manejo de la confrontación deportiva en pista.

Este espacio lo dedicaremos al manejo del estrés y el control emocional como factores psicológicos susceptibles de trabajar junto a otras habilidades deportivas propias del deporte que nos ocupa durante los entrenamientos y en la acción competitiva.

En el artículo anterior mencionábamos la necesidad de generar un nivel de activación y control atencional que facilita “meternos” en el partido.
Estas habilidades pueden verse alteradas por un elevado nivel de estrés.

El estrés y el control emocional son dos aspectos muy ligados, pues el primero conduce al segundo.

El estrés ocurre en situaciones que consideramos complejas, poco manejables y de difícil resolución. No todos reaccionamos de igual manera ante los mismos estímulos estresores. Conviene detectar qué situaciones, dentro y fuera del juego generan esta reacción psicológica, con ausencia del control emocional; o física, por ejemplo la presencia de dolor por una lesión.
Ambos no suelen presentarse de forma aislada llevando el uno al otro o viceversa.

La gestión emocional mejora el afrontamiento al estrés, regula nuestro estado anímico y posibilita un juego más dinámico y acertado.
El manejo del estrés implica controlar y reducir la tensión que ocurre en situaciones estresantes, haciendo cambios emocionales y físicos.

Para poder realizar una evaluación adecuada de las situaciones estresoras, es conveniente comprometerse con uno mismo al cambio, pues la detección por si sola no implica mejora.
Por tanto un paso de autoconocimiento que plantea cuestiones previas a la competición serían las siguientes: cómo de estresante pienso que resulta el partido que voy a jugar, cuál es mi nivel de motivación para el encuentro, qué grado de importancia otorgo a cada jugador, cuál es mi nivel de confianza, qué ocurre si pierdo, etcétera.
Estas son algunas de las preguntas que determinan la necesidad de un mayor o menor apoyo por parte de un profesional del campo de la psicología del deporte.

Como se explicaba en el número anterior se trata de minimizar las situaciones en las que exista ausencia de control o manejo de las situaciones que pueden desencadenar en estrés competitivo.

De nuevo se hace necesario demarcar los objetivos para cada partido, realizando una estimación del nivel de estrés que se puede generar, compartir con el compañero los modos de actuar y reaccionar frente a situaciones de difícil resolución, estableciendo rutinas de comunicación que facilitan el apoyo entre ambos.

Así mismo es bueno practicar estas rutinas durante los entrenamientos y repasarlas antes de la situación de competencia.
Una vez vencida conviene calcular el grado en el que ha estado presente y la afectación sobre el juego, para definir y pulir detalles que pueden mejorarse.
Las mejoras se pueden comprobar por la sensaciones positivas que genera el control del partido, la aceptación del reto y cambio de las emociones negativas por positivas y cuando se es consciente de ganar en intensidad, esfuerzo y estabilidad.

Casi todo lo expuesto de forma implícita requiere control emocional.
Es importante conocer que las emociones pueden llegar a bloquear nuestro juego, derivado de una autocompetencia negativa.
Enfadarse por un mal juego, perder la concentración en el juego, dejarse llevar por la rabia facilita un descontrol emocional.
Esto es, emitir juicios negativos acerca de nuestro juego, por cómo nos vemos, por cómo pensamos que nos ven los demás, por lo que deberíamos ser capaces de hacer, etcétera.

En este caso el control emocional pasaría por un trabajo de carácter cognitivo, enfrentando las emociones a una racionalización objetiva. Es decir, el pensamiento nos lleva a las emociones y las emociones a la comportamiento.
Se trata de invertir el orden: emoción –positiva-, pensamiento dirigido y racional, comportamiento.

Tanto en la pista como fuera de ella de forma automática emitimos juicios que minan nuestro potencial. Delimitar cuándo y cómo se producen inicia el afrontamiento. Un entrenamiento repetido y sistemático facilita la construcción de un mejor afrontamiento sustentado en sólidos pilares positivos.

Desde esta sección queremos haceros llegar aspectos de la psicología aplicada al deporte, bien amateur o profesional.
Os animamos a que planteéis vuestras inquietudes escribiendo al mail: juangilnogues@el-psicologo.es.

Muchas gracias a todos.


Juan Gil Nogués
www.el-psicologo.es

sábado, 4 de diciembre de 2010

COMPAÑERO Y…CABEZA (I)




Se habla del pádel como “un deporte de cooperación-oposición, caracterizado por la presencia de jugadores compañeros que colaboran para conseguir un resultado común”.
Es un acierto situar este deporte como deporte de equipo.
De la misma forma que resulta importante la colaboración de un buen compañero dentro de la pista, con el que gastamos horas para sincronizar golpes, movimientos de piernas, técnicas de partido, etcétera, resulta imprescindible añadir a este equipo la cabeza. A saber, los recursos psicológicos para el adecuado manejo de la confrontación deportiva en pista.

Como decía Boris Becker “el tenis es un 95% de cabeza”, y así ocurre también con el padel: se hace necesario un desarrollo de habilidades psicológicas que permiten un mejor desarrollo de juego.

¿Y cuáles son estas características psicológicas?
Resultaría extenso abarcar en un solo artículo el desarrollo de todas. Algunas serían: atención, concentración, desarrollo psicomotor, velocidad de procesamiento, lectura y anticipación del juego, toma de decisiones, velocidad de reacción, manejo del estrés, control emocional…

Voy a centrarme en dos aspectos entrelazados entre sí, que a su vez pueden ser entrenados de forma independiente: la atención y la toma de decisiones.

“La capacidad atencional permite fijar el foco atencional para centrarse en la rutina de la tarea, eliminando cualquier elemento externo e irrelevante, siendo decisiva para la ejecución satisfactoria de la acción técnica deportiva”.

Esta puede verse perturbada por estímulos irrelevantes.
La tarea de entrenamiento consiste en reconducir la atención hacia aquellos estímulos visuales, auditivos, cognitivos y propioceptivos que nos informan y ayudan a la correcta ejecución, prescindiendo de los irrelevantes.
Ejemplos de estos estímulos irrelevantes podrían ser: el público que asiste al partido, tener pensamientos de alta o baja competencia frente a los rivales, falta de sincronía con el compañero, malestar físico por la presencia de una lesión, dificultad para la ejecución de un golpe, etc…
Todos ellos suponen un motivo para perder la concentración en el partido.

Ocupar un tiempo a entrenar la capacidad atencional implica ser conocedor de qué estímulos alteran el foco atencional.
Ante los mismos conviene preparar un protocolo de vuelta a la concentración ayudado de otros que resultan de mayor provecho.
Ejmplo: en caso de perder el adecuado nivel atencional por un estimulo visual externo (reflejo solar momentáneo), realizar una corrección sustituyendo esta distracción orientando la visión hacia otro estímulo / objeto que se encuentre dentro de la pista (el oponente, su línea de hombros), previo al saque que se dispone a realizar.
Ejecutar esta tarea de focalización de forma consciente y sistemática durante los entrenamientos facilitaría la adquisición de un buen nivel atencional ante el saque de los contrarios.
Des esta forma se podrían plantear otros ejemplos que glosarían esta capacidad cognitiva.

La toma de decisiones es la ”elección entre las alternativas para resolver diferentes situaciones”.

Esta destreza conlleva la adquisición de habilidades previas: lectura del juego, velocidad de reacción y alta capacidad de procesamiento.
En el mismo se producen situaciones ante las que la ejecución no debe llevarse a la mera improvisación. Esto generaría en los jugadores un equivocado sentido de competencia, no tanto por lo negativo como por la ausencia de reconocimiento de sus propias capacidades técnicas para afrontar el partido, sostenido por el azar.

Manejar situaciones de dificultad técnica requiere una planificación, un plan de competición que reduzca la posibilidad de que el juego dependa sólo de los rivales y no de la autocompetencia percibida.

Se hace necesario un trabajo de evaluación de los detalles técnicos y tácticos propios que permitan reunir todas las habilidades deportivas que desarrollamos durante el juego y que dotan a los jugadores de seguridad en su elección para una adecuada ejecución y garantía de éxito.

No se trata de saber qué hacer ante unos rivales u otros, que sí puede ser bueno a priori, sino de conocer los propios recursos, con planteamientos realistas; mejorarlos e incardinarlos en el plan a desarrollar durante la competición.

Que los rivales hagan uso de voleas y apoyos de pared, no determina el juego que podamos desarrollar, aunque sí tendremos previsto como devolver la bola de manera adecuada, pero partiendo de las habilidades técnicas que conocemos y entrenamos.

Conviene entrenar estos aspectos que fundamenten una estrategia de juego que no deje a la improvisación o al azar el afrontamiento al partido.
De esta forma minimizamos el riesgo de estrés por ausencia de control del juego y la desfozalización atencional por estímulo irrelevantes – en este caso de carácter cognitivo – que impiden un pobre desarrollo de nuestro juego.

En el próximo número abordaré el desarrollo de otras habilidades psicológicas para el afrontamiento exitoso de una competición de padel.

sábado, 30 de octubre de 2010

...VIDEO...

http://www.youtube.com/watch?v=Z78aaeJR8no

La que nos espera...

Me plantea a nivel personal y profesional lo que llevo tiempo queriendo cuestionar: tenemos o hacemos problemas?
Somos producto de nuestra propia forma inadecuada de hacer las cosas. Es fácil echar la culpa al mundo, al gobierno, a la sociedad, etcétera.

Empezaré por cambiar lo que pueda de mí.

Juan.

sábado, 9 de octubre de 2010

Recuperar la figura del ‘maestro’

Copio y pego un artículo de interés acerca de la figura del profesor que entiendo primordial en esta sociedad deshumanizada.


Recuperar la figura del ‘maestro’


sábado, 09 de octubre de 2010
Javier Laspalas


Diario de Navarra

Si como algunos sostienen, la nuestra es una ‘sociedad del conocimiento’, en la que la ‘formación’ es un asunto capital, resulta un tanto extraño que se haya instituido un ‘Día del Docente’. Más bien habría que pensar que la preocupación por los maestros es algo prioritario y cotidiano, y esa celebración tiene un simple carácter simbólico.

Me parece, sin embargo, que debería servir para reflexionar sobre la identidad y la misión de quienes han asumido la responsabilidad de contribuir —desde las escuelas— a convertir a los niños y a los jóvenes en mejores personas. A quien concibe así su labor no creo que quepa denominarlo ‘docente’ o ‘enseñante’, sino ‘maestro’.

Quienes tengan un cierta edad, podrá comprender mejor a qué me refiero si evoca la figura de los antiguos y venerables ‘maestros de pueblo’. Los mejores de entre ellos —y estoy convencido de que eran muchos— constituyeron durante siglos la avanzadilla de la cultura en los más remotos lugares de España.

Para ellos, la enseñanza no era un oficio al que dedicaban una parte de su tiempo a cambio de un salario, sino una pasión a la que consagraron en buena medida su vida. Aun cuando ello les supusiera un notable esfuerzo, disfrutaban tratando de ilustrar la mente de sus alumnos y, en colaboración con sus padres, procuraban coadyuvar para que su carácter fuera madurando.

Creo que ésta es la principal cualidad que debe poseer un ‘maestro’: interesarse y preocuparse por el destino personal de cada uno de sus pupilos. Si es así, hará todo lo posible para estar a la altura de las circunstancias.

Procurará tener una sólida preparación cultural y dedicará gran parte de su tiempo libre a estudiar su materia para enseñar mejor. Se esforzará por conocer e idear nuevos métodos y técnicas de enseñanza, y seleccionará sólo aquellos que cree contribuyen de manera efectiva a la formación intelectual. Buscará también por todos los medios interesar a sus alumnos y ganarse su confianza y su admiración.

Ahora bien, el buen maestro no puede actuar como un simple ‘docente’, ha de ser además ‘orientador’. En la medida de lo posible, tiene que hacerse cargo de las dificultades y las debilidades de cada uno de sus alumnos, tanto de las ‘intelectuales’ como de las ‘vitales’. Ha de intentar llegar a todos y a cada uno de ellos, aunque no en todos los casos lo logre.

Podrá hacerlo si intenta acercarse a sus discípulos, si cultiva la amistad con ellos, si procura mantener un estrecho contacto con sus padres. En suma, si no se desentiende de su vida cotidiana, pues considera que su única misión es dar clases o corregir trabajos. Sólo entonces podrá dejar una impronta personal en ellos y será recordado con agradecimiento.

Ciertamente, no es fácil luchar por ser fiel a esta vocación en medio de una sociedad que parece haber puesto en exclusiva el sistema educativo al servicio de la cualificación profesional. Tampoco cuando a muchos padres sólo parece interesarles que sus hijos obtengan un título o una preparación que les permita ganarse la vida.

A pesar de ello, estoy convencido de que merece la pena, y de que es mucho más gratificante vivir la enseñanza como una forma de servicio a los alumnos, que reducirla a su dimensión puramente instructiva.

Javier Laspalas. Subdirector del departamento de Educación. Universidad de Navarra

lunes, 20 de septiembre de 2010

...LA VUELTA AL COLE...


Llega el esperado mes de Septiembre para muchos padres.

Tras las merecidas, disfrutadas y duras vacaciones por la atención a los hijos, se inicia un nuevo curso lleno de aspiraciones y repletos de buenos propósitos.

Y por fin el primer día de Colegio, que sólo es de clase por las mañanas…y ¿qué hago con mi hijo por las tardes? Primer escalón… Cuando se inicia el curso por las tardes y el niño come en el colegio…¿cómo organizo las tardes?...

Y así pasan los primeros meses que se presumían estupendos, por aquello de “la vuelta a la rutina” y el “día a día”.

Pero, ¿qué es verdaderamente la rutina?, ¿se impone?, ¿la aprende sólo el niño?, ¿lo programamos todo para que sepa en cada momento qué hacer?... éstas y un sinfín de dudas nos surgen a los padres cuando encauzamos el curso. La vuelta al Cole…

Partamos de la base de que las rutinas son la repetición de acciones en un mismo orden.

Que éstas son la base de los hábitos, por lo que se interioriza adecuadamente la acción si adecuo a la edad de mis hijos las tareas que deben realizar.

Gracias a estos hábitos positivos se alcanza la virtud, que mejora los aspectos de la persona y sus acciones futuras.

Cuando planifiquemos las rutinas de cara a la educación de los hijos, hemos de tomar como base que éstas no sólo nos facilitan la vida a nosotros, sino que educan el comportamiento de los pequeños.

Así mismo demarcan los límites de las acciones, de lo bueno y de lo malo.

Pero, ¿qué acciones hemos de tomar en consideración para educar a nuestros hijos? Fundamentalmente: el sueño, la alimentación, la higiene y el orden.

En cuanto al sueño que tenga una hora para acostarse y levantarse, que aprendan a permanecer aunque no se duerman inmediatamente y que duerman toda la noche en su habitación.

En cuanto a la alimentación los hijos deben aprender a comer de todo y solos, en el tiempo previsto, sin distracciones para comer, sentados y en un ambiente relajado y positivo.

En cuanto a la higiene: ducha diaria, lavarse la cara y las manos cuando lo necesita y les enseño a limpiarse y a tirar de la cadena cuando van al baño.

Por último el orden: que les proporciona la oportunidad de ser ordenados teniendo establecido un sitio para cada cosa. Por ejemplo: después de cada juego “jugamos” a cada cosa en su sitio.

Debemos programar y dedicar un tiempo para la comida, el sueño y la higiene.

Para ello ayuda el concretar unas cuantas normas que se han de cumplir procurando que existe unidad de criterio entre el padre y la madre, siendo firmes en las normas fundamentales cuando el niño nos “prueba”.

Con estas pinceladas podemos hacernos una idea de qué queremos y podemos preparar el cómo vamos a hacerlo, que se adapta a cada familia.

jueves, 16 de septiembre de 2010

...LA UNIÓN HACE LA FUERZA...

Claves psicológicas de la Selección Española de Fútbol.

Todos los aficionados al deporte nos congratulamos por el triunfo de España en el pasado Mundial de fútbol.

En este artículo se desgranan algunas de las claves psicológicas que el combinado español supo poner en práctica, individual y grupalmente, permitiendo el manejo de situaciones adversas y convirtiéndolas en trampolín para el éxito final.

Un grupo de deportistas cuyo denominador común es el juego y los colores de la camiseta, a priori, no garantiza el éxito. La clave del mismo radica en conocer la potencialidad de cada jugador y optimizarla en servicio del grupo.

Así hizo el entrenador, V. del Bosque; estudiando el rendimiento de cada "pieza del engranaje" dentro y fuera del campo, supo combinarlos para que partido a partido, y unidos en un mismo objetivo, alcanzasen la gloria final.

A este respecto cabe señalar cómo la cohesión del grupo, inteligentemente dirigida por el entrenador, favorece el desarrollo del equipo, dentro y fuera del campo. Todos recordamos, no sólo los goles, sino el buen ambiente que emanaba de nuestra selección. Este ambiente se deja ver cuando, dentro y fuera del campo, existe complicidad entre los jugadores, con el equipo técnico, la directiva de la Federación, la cercanía al público, la naturalidad de sus declaraciones ante los medios de comunicación, etc.

En las charlas preparatorias para los encuentros, el entrenador pone a disposición del jugador (individual) y del equipo (colectividad), no sólo la sabiduría del que sabe, sino que, conciendo la realidad de cada encuentro, la repercusión mediática y las fuentes que desequilibran al equipo, hace rendir a cada uno a su nivel, al servicio del equipo.

Este aspecto, conocido en psicología del deporte como autoconfianza, cimenta sus raíces, no en el saberse o creerse ganador, sino en el hecho de ser consciente de qué aspectos externos e internos pueden afectar al rendimiento (noticias, ruedas de prensa, comentarios, declaraciones de otros equipos, lesiones, buen ambiente, alimentación, descanso, etc.), y las posibilidades reales y objetivas que pueden permitir alcanzar los objetivos marcados dentro del seno del equipo.

Así las cosas, si tras el primer partido de España frente a Suiza, cada jugador y técnico del equipo se hubiese guiado por las percepciones ajenas sobre el rendimiento propio y del equipo, muy probablemente hoy no estaríamos celebrando el primer triunfo futbolístico en un mundial.

Tras dicho partido todas las declaraciones realizadas en el entorno del equipo y medios de comunicación, eran negativas y con predicciones poco halagüeñas.

La presión supo manejarse de forma adecuada, sin dejarse influir, pudiendo afrontar el siguiente encuentro de forma exitosa.

Otro comportamiento que deja traslucir esta faceta psicológica son las declaraciones que después de cada partido hacían tanto jugadores como entrenador, sabedores de su potencialidad y realistas en cómo ponerla en práctica a pesar de las adversidades presentadas o futuros encuentros complicados.

En todo caso distaban siempre de las percepciones y apreciaciones subjetivas de periodistas y "expertos" en materia deportiva.

La autoconfianza se basa en principios como la demarcación de objetivos y un alto nivel de motivación.

Tanto el entrenador como los jugadores tenían en su cabeza el triunfo final, sin dejar de lado las posibilidades reales. La certera percepción de sí mismos, unida a una sobresaliente decisión de esfuerzo permanente, conjugaban un cocktail que aseguraba un nivel de activación que hacía rendir al equipo de forma excelente ante rivales, que siendo incluso superiores, podían, como así ocurrió, "pinchar".

Hemos señalado hasta ahora habilidades como: cohesión de grupo, autoconfianza y motivación, siendo buen ejemplo el rendimiento que mostró nuestra selección.

Algunas manifestaciones que podrían tildarse de poco adecuadas dentro de esta misma competición podrían ser las manifestaciones externas de enfado y enfrentamiento que algunos jugadores mostraron con su entrenador.

Es el caso de Cristiano Ronaldo, que ante el inminente final del partido, por ser sustituido por otro compañero, por la pérdida de la plaza para pasar a la siguiente fase, perdía el "oremus" y provocaba enfrentamientos.

Un jugador de este nivel, que se precie, no puede permitirse estos "desvaríos", pues influyen en su rendimiento, denotando una elevada carencia para el manejo de estresores externos e internos.

Así mismo el ex-jugador y ex-entrenador de la selección albiceleste, Diego Armando Maradona, dejaba entrever en sus declaraciones sobre la selección española, que desconoce y maneja inadecuadamente las situaciones que percibe como amenazantes, como podría haber sido un posible encuentro entre su equipo y España, intentando trasladar sus miedos hacia posibles culpables como el árbitro, el entrenador del otro equipo o los jugadores del mismo. Lo que llamamos "echar balones fuera", que implica una forma de desconocimiento e impide un cambio futuro hacia la mejora personal y del equipo que dirigía.

Para terminar, cabe señalar que el nivel de excelencia con el que nuestra selección jugó el pasado mundial, no se debe a la casualidad, sino al trabajo realizado mucho antes de la cita mundialista y que se remonta a cuando el entrenador inició su andadura como seleccionador, rodeándose de un equipo de trabajo eficiente y asesorado por profesionales deportivos, técnicos, médicos, fisioterapeutas y psicólogos.